Fecha de revisión: noviembre 2019
La queratosis actínica es una enfermedad crónica de la piel en la que aparecen manchas o lesiones ásperas o escamosas en zonas que han estado expuestas al sol a lo largo de la vida.
Actualmente se la considera una forma temprana de cáncer de piel, que si no se trata puede evolucionar a formas más invasivas que requieren un tratamiento más agresivo.
Habitualmente la mayoría de los pacientes no consultan por este motivo, ya que las lesiones pocas veces producen síntomas de gravedad. Normalmente son máculas ásperas y escamosas en zonas dónde hay una frecuente o intensa exposición a los rayos UV del sol o a las fuentes artificiales de rayos UV, por lo que se trata de una manifestación clínica del fotoenvejecimiento.
Aunque está infradiagnosticada por los médicos de atención primaria y infravalorada por los pacientes, se considera uno de los cinco diagnósticos más frecuentes en las consultas dermatológicas. En un estudio reciente (estudio EPIQA) se determinó que afectaba al 28,6% de los paciemtes de más de 45 años, que acudían a consultas externas de dermatología.
Por lo que respecta a su manifestación, más del 80% de las lesiones se localizan en las zonas expuestas al sol: la cara las orejas, los labios, el cuero cabelludo, el cuello, el dorso de las manos, la zona del escote, etc.
Las lesiones son ligeramente rojas, ásperas al tacto y cubiertas por finas escamas de 2 a 5 mm o costras. Según la apariencia pueden ser también pigmentadas, erosionadas, hiperqueratósicas o verrugosa.
La queratosis actínica avanza lentamente. Se trata de una enfermedad crónica que puede desaparecer espontáneamente, persistir como tal o bien evolucionar hacia un carcinoma invasivo. Es imposible predecir la evolución de una lesión de forma individual.
Si se trata a tiempo casi todas las queratosis actínicas se pueden resolver antes de que deriven en un cáncer de piel. Si no se tratan pueden transformase en un carcinoma que generalmente no pone en riesgo la vida del paciente si se trata debidamente, pero que comporta tratamientos más agresivos.
SÍNTOMAS
Los signos y síntomas de la queratosis actínica son los siguientes:
- Lesión áspera, seca o escamosa en la piel de tamaño entre pocos mm y 2-3 cm.
- Número variable de lesiones (única o múltiples).
- Lesión plana o ligeramente elevada en la capa superio de la piel, a veces se palpan más de las que se ven.
- La piel adyacente suele mostrar daño actínico crónico (manchas debidas a la exposición solar crónica).
- A veces la lesión puede tener superficie dura similar a una verruga.
- Los márgenes laterales son limpios diferenciándose de la epidermis adyacente.
- Colores variados: rosa, rojo, marrón.
- A veces puede causar: escozor, pruritodolor, sangrado espontáneo o por traumatismo mínimo y formación de crostras.
Se recomienda la valoración del dermatólogo ante cualquier sospecha o cambio en la piel, especialmente en caso de:
- Lesiones faciales o en zonas expuestas al sol de color rojo, escamosas o rasposas.
- Lesiones sospechosas de rápido crecimiento de diámetro superior a 1-2 cm.
- Lesiones inflamadas o ulceradas.
- Sangrado de lesiones.
- Falta de respuesta o efectos adversos del tratamiento farmacológico de la queratosis actínica ya diagnosticada.
- Lesiones en zonas de alto riego: labio, orejas, cuero cabelludo.
FACTORES de RIESGO
Todos podemos desarrollar una queratosis actínica pero es posible ser más propenso si se cumplen alguna de estas condiciones:
- Tener edad avanzada aumenta exponencialmente el riego.
- Género masculino.
- Exposiciones crónicas al sol como: actividades profesionales al aire libre (agricultores, pescadores, navegantes…) o prácticas lúdicas o deportivas al aire libre (tenis, golf, etc.).
- Realizar actividades lúdicas o deportivas al aire libre (tenis, golf…).
- Tener antecedentes de exposición solar intensa o frecuente, con mayor riesgo si la radiación se recibió en la infancia.
- Vivir en latitudes próximas al ecuador y zonas de mucho sol.
- Tener antecedentes de quemaduras solares.
- Usuarios de fuentes artificiales de rayos UV.
- Tener los ojos claros (azules o verdes).
- Tener el pelo claro (rubio o pelirrojo).
- Tener la piel clara (Fototipo I o II), ya que tienen una mayor vulnerabilidad en la radiación UV.
- Tendencia a tener pecas o a las quemaduras cuando te expones al sol.
- Antecedentes personales de queratosis actínica o cáncer de piel.
- Tener el sistema inmunitario debilitado debido a tratamientos como la quimioterapia, enfermedades como la leucemia, VIH o trasplante de algún órgano.
- Tomas medicamentos que inhiban el sistema inmunitario.
- Pacientes con síndromes genéticos caracterizados por alteraciones en los mecanismos de reparación del ADN, inestabilidad cromosómica y fotosensibilidad. (xeroderma-pigmentosum, síndrome Rothmund-Thomson..).
PREVENCIÓN
La protección solar es muy importante para prevenir el desarrollo de la queratosis actínica. Se ha demostrado la regresión de la queratosis actínica cuando se disminuye la exposición a los rayos UV, sobretodo si se acompaña de la aplicación de un filtro solar.
Se deben tener en cuenta los siguientes aspectos:
- Reducir el tiempo de exposición solar para evitar quemaduras y un bronceado excesivo.
- Evitar la exposición solar especialmente en las horas centrales del día.
- Aplicar a diario un protector solar, con un FPS 30 o superior y resistente al agua, en toda la piel expuesta limpia 30 minutos antes de la exposición. Reaplicar cada 2 horas. También los días nublados.
- Aplicar también protector solar en los labios.
- Para obtener una protección adicional se recomienda el uso de ropa, así como sombreros y gafas de sol. Actualmente existen tejidos especialmente diseñados para proporcionar protección solar.
- Evitar el uso de las fuentes artificiales de rayos UV ya que causan los mismos daños que el sol.
- Minimizar la exposición solar en edades primerizas para evitar las quemaduras y el uso abusivo del sol.
- Controlar regularmente la piel y consultar al dermatólogo ante cualquier cambio.
- Estos pacientes deben considerarse crónicos, por lo que, requieren seguimiento y revisiones periódicas, ya que es muy probable que las lesiones vuelvan a aparecer.
Ante cualquier duda debe consultarse con un dermatólogo para que sea él el que diagnostique y establezca el tratamiento más adecuado para cada paciente.
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